
Día gris de suave orbayo. Un niño corría a refugiarse en el soportal para que la fina lluvia no le arrugase su disfraz. Al acercarse, le digo: «Para bandolero no te falta más que el caballo». ¿Qué es un bandolero? me pregunta. Un bandolero es un ladrón, un salteador de caminos. En estos montes vivió el último de estos malhechores. ¿Y cómo lo prendieron? me preguntó. Lo cogieron, porque el sol lo delató. La cueva donde vivía estaba muy bien escondida. Debajo de una gran roca, por árboles y zarzas protegida. Los guardias no eran capaces de dar con la guarida. Le preguntaron a un anciano, que era una enciclopedia viva, ¿cómo podían encontrar al huraño y a poder ser, en su guarida? Fijaros en aquellas rocas y cuando el sol proyecte su sombra dibujará un rostro, como esculpido en roca viva. Se acercaron temerosos, esperando a que el cielo les concediese la señal y de pronto, proyectado en la roca apareció aquél rostro como si fuera en un cristal. Martín García |