LA LUNA DEL BARRIO

La cuarta Luna no se atrevía a mirar.

Rachmaninov volvía al tiempo
entre ella,
y todos los signos subían hacia
la sombra.
 
Raquel terminó de limpiar el brazo
del sillón, 
había pensado en los ojos del pianista
y por fin se quedó inmóvil.
Partían belleza las danzas de
sus manos.
 
El reloj blanco sobre la pared palpaba
el aire de metrónomo,  
los recuerdos de parqué y una
conversación de señoras bajo
la ventana,
Nada tenía sentido.
 
Rachmaninov seguía sonando,
dos pasos para la locura.
 
Raquel, la cuarta Luna, empezó a
llorar, sentía la vida que fue, que será,
que nunca había sido,
y toda Rusia en aquel Piano.
 
Entonces se decidió,  mañana iría
al final de la ciudad, cogería un
sendero, y en medio del campo le
declararía su amor.
 
Las lágrimas sucedieron las notas
volvieron
fueron hasta su casa.

Mañana, después de la Luna blanca.

Arlequín

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