EL SILENCIO MÁGICO

Todo el mundo sabe en el pueblo que no se debe salir fuera en las noches de orbayu. Corres el riesgo de aparecer degollado en alguna esquina con la lengua arrancada. Una especie de ritual salvaje que tiene atemorizados a todos. Bueno, a todos menos a Sebas, que es algo simplón, además de mudo, y a quien no le importa adentrarse en esas noches a la caza de caracoles.

Los vecinos han contratado los servicios de un experto de la capital en atrapar monstruos, hartos ya de sufrir esas noches de orbayu con ese silencio tan atronador que encoge el espíritu y congela los ánimos.

Esta noche está orbayando, silencio y soledad envuelven las calles. Las gentes se guardan, implorando que cese el orbayu o que el cazador de monstruos tenga éxito y ponga fin a sus pesares.

Un estrépito suena de repente en el exterior. Salgo y descubro unos cuerpos revolcándose, hasta que al llegar veo a Sebas atrapado en unas redes y al cazador gritando:

-¡Lo atrapé! ¡Lo atrapé!

Su júbilo es efímero, dura lo que tardo en rebanarle el cuello y cortar de un tajo certero su lengua, restituyendo así el silencio mágico a la aldea.

Eugene

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