METEOROS

Sé que es día de orbayu por la luz grisácea que se cuela en mi cubículo y por la humedad que ya impregna las paredes. Es preferible a la lluvia: cuando cae a cántaros, el agua entra a borbotones por las rendijas del techo y forma un incómodo charco en el suelo que tarda días en secar.

Cómo se agradece, en cambio, el calorcito en los días de sol. Aunque los rayos no logran penetrar en este hueco, el aire siempre helado se entibiece y una somnolencia de siesta permite olvidarse un momento de esta clausura eterna.

Lo peor, los días de viento: se cuela por todos los agujeros, ulula en el interior, arremolina los andrajos que me cubren y me zarandea violentamente contra las paredes.

Mis vecinos, claro, no se quejan, pero en los días de tormenta oigo el agua correr y el silbido del viento entre sus muros.

Este lugar necesita reparación urgente. Y esta tumba, también.

Amanuense

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