
Mi perro se llama Orbayu. A mí no me gustan los perros y yo no le gusto a él. Por la mañana, antes de trabajar, lo saco de paseo para que haga sus necesidades. Pero él se aguanta las ganas y cuando de regreso entra en casa, orina sobre el ficus benjamina del salón que con tanto mimo cuido. Los domingos, si hace buen tiempo, llevo a Orbayu a pasear por la playa. Dicen que llevando un perro se liga mucho, pero el chucho aprovecha para hacer sus cacas cuando no le veo y después la gente me mira mal por no haberlas recogido. El domingo pasado me insultaron y creo que el perro se reía por debajo de sus bigotes de mosquetero. Hoy orbaya y hace frío. La gente se queda en su casa tan ricamente pero él me acosa hasta que lo saco a pasear y no quiere volver hasta que me ve temblar muerto de frio. Tengo que reconocer que sin mi perro la vida resultaría muy aburrida. Ángel Bonifacio García Álvarez |