
El orbayu desparece. Jesús, Manolo y Valentín, jubilados, peinan más de ochenta primaveras. Cada mañana montan en sus bicis camino al Vidío, para encontrarse con la mar, para mirar el horizonte y ver los barcos surcar las olas. Sentados ante el mar, los recuerdos pasan por sus mentes. Sonrisas de ayer. Recuerdos y chascarrillos de hoy. Bromas y anécdotas. Vivencias. Más allá Peñas, La Deva, La barra de San Esteban,… Manolo y Valentín, despiden al amigo. Cogen sus bicicletas, pedalean hacia el Vidío. A meditar con la mar. La mar que conocieron, la que amaron, la que les dio de comer. A ella acuden a contar sus secretos, a confesar sus preocupaciones, sus enfermedades. Muerte. Hoy a Manolo le cuesta pedalear. Ya no están sus amigos. Ensimismado ante los recuerdos y las nostalgias, la vida. Monotonía. Allí se queda Manolo, en soledad, oyendo el graznido de las gaviotas y la melodía de las olas mientras las lágrimas resbalan por sus mejillas. Vidío |